martes, 19 de julio de 2011

VARÓN Y MUJER LO CREÓ


Siglos después también defendería la bondad del cuerpo, de la sexualidad y del matrimonio frente a los maniqueos, a los que perteneción San Agustín. Y a lo largo de los siglos, una y otra vez, en cada ocasión en la que de una u otra forma han resurgido doctrinas contrarias a la santidad y bondad del cuerpo de la sexualidad y del matrimonio, la Iglesia ha estado siempre firme en su defensa frente a todos quienes han despreciado el cuerpo, la sexualidad o el matrimonio.


En el comienzo del capítulo tercero, sigue insistiendo Soloviev que si bien es propio de todo amor «una transferencia de todo nuestro interés vital desde nosotros mismos hacia el otro, el desplazamiento del centro mismo de nuestra vida personal» esto se da de modo esencial en el amor sexual. El mismo Soloviev advierte en nota al pie de página lo siguiente: «Llamamos amor sexual (a falta de un término mejor) a la atracción exclusiva (recíproca o unilateral) entre dos personas de sexo diverso que pueden estar entre sí en una relación de marido y mujer; con esto no pretendo obviamente resolver a priori la cuestión que se refiere al significado fisiológico de estas relaciones». Esta nota aclaratoria me parece muy oportuna y deja entrever que el mismo Solviev se encuentra ante una dificultad: la de encontrar un término mejor que describa el amor entre varón y mujer. Para Soloviev, por tanto, amor sexual no implica necesariamente las relaciones sexuales. Cabría decir que las relaciones sexuales son un signo que supera lo propiamente fisiológico o biológico. Las relaciones sexuales entre el marido y la mujer son signo de esa unión real que hace de dos una sola carne, un solo ser. Pero el llegar a ser un solo ser no pasa necesariamente por la unión carnal sino que la unión carnal es signo, símbolo, de la unión de dos seres en uno. Es la sexualidad la que está al servicio de la unidad, podríamos decir. Todo esto se entiendo muy bien a la luz de la llamada Teología del cuerpo que ha desarrollado ampliamente Juan Pablo II y que está recogida en un volumen titulado muy adecuadamente “Varón y mujer lo creó”. Adviertase que no se dice “Varon y mujer los creó”, sino que se usa el singular lo creó. La razón de ello es que se está indicando que el ser humano ha sido creado varón y mujer. La diferencia y la reciprocidad son constitutivos del ser humano. Dios creó al ser humano varón y mujer. Y esa diferencia y reciprocidad, esa tendencia o inclinación natural del uno al otro para formar un solo ser y de ese modo dar vida, esa realidad que podemos llamar “esponsal” es la que podemos decir que es imagen y semejanza de Dios.

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