Se podrá objetar que si el ser humano ha sido creado varón y mujer, entonces la plenitud humana no está solo en el varón o solo en la mujer. Es decir, que el varón por sí solo no puede alcanzar su plenitud de ser humano sin la mujer y viceversa. Así lo piensa Soloviev afirmando: «Es evidente que el hombre auténtico, en la plenitud de su personalidad ideal, no puede ser solo macho o solo hembra, sino que debe construir la unidad superior de uno y otra». Pero para poder alcanzar esto es nesario que la naturaleza humana sea reconducida a su propia integridad. Y eso solo puede hacerlo Dios. Aquí Soloviev está simplemente constatando la realidad del pecado original que ha introducido en las relaciones entre varón y mujer una situación que hace imposible el alcanzar aquella plenitud del origen y que precisa de una reintegración del plan original divino.
Podría decirse que esto son palabras bonitas, un ideal irrealizable. El mismo Soloviev lo ha advertido anteriormente cuando dice: «El sentimiento exige esta plenitud de unión, íntima y definitiva, pero normalmente no consigue llegar más allá de una exigencia y una tendencia subjetiva, y se revela así como algo simplemente precario. De hecho, en vez de la poesía de una unión eterna y central, se tiene solo un acercamiento superficial, más o menos duradero pero siempre temporal, más o menos estrecho pero siempre exterior, de dos seres cerrados en los angostos límites de la prosa cotidiana». Pero a pesar de constatar con realismo que el ideal no se logra alcanzar, lo que Soloviev plantea es que tal ideal no es irrealizable. El problema estriba en cómo realizarlo.