martes, 24 de mayo de 2011

PERFECCIONARSE INFINITAMENTE



Que el ser humano pueda perfeccionarse hasta el infinito en su propia vida y en su propia naturaleza, sin dejar por ello, de seguir siendo un ser humano, es decir, sin escapar de los límites de la misma naturaleza humana sólo es posible si pertenece a la naturaleza humana algo ilimitado, algo potencialmente abierto al infinito. Nos preguntamos pues: ¿existe, pertenece a la naturaleza humana algo que la haga potencialmente abierta al infinito? Cuando decimos “potencialmente” señalamos que ahora, en este preciso momento, no alcanza la infinitud, pero que está abierta a ella de modo que la naturaleza humana puede perfeccionarse sin tener un límite, un punto final en el que ya no es posible más perfección. No tener límite en la capacidad de perfección es lo que significa que puede perfeccionarse infinitamente. ¿Posee o no posee la naturaleza humana algo que la haga capaz de ese perfeccionamiento sin límite, abierto al infinito? Muchos pensadores han dado una respuesta afirmativa, desde Platón hasta Soloviev pasando por Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y la práctica totalidad de los filósofos medievales, Descartes, Leibniz, Kant, Hegel, es decir, todos los que reconocen en la naturaleza humana su ser espiritual. El ser humano es un espíritu encarnado. Y en cuanto espíritu es capaz de entendimiento y voluntad, capaz de conocer y amar. El ser humano está abierto ilimitadamente a conocer. La capacidad de conocer no tiene límite, no se agota. Lo mismo sucede con la capacidad de amar. Podemos amar siempre, es decir, no dejar de amar. Amar ilimitadamente, crecer siempre en el amor. Esto supone que, sin dejar de ser seres humanos, nuestra naturaleza humana puede perfeccionarse mediante el conocimiento y el amor sin tener una barrera, un tope, un límite. Por tanto el ser humano en cuanto tal puede perfeccionarse continuamente de modo infinito.

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